viernes

Mario Mendoza y Biblioghetto

“Desde hace cuatro años esta organización juvenil viene luchando por el derecho a leer y a escribir, enseñando que leer y escribir no pueden ser un lujo ni una obligación, sino una necesidad fundamental, una condición sin la cual es imposible que una sociedad ingrese realmente en una democracia participativa”.

“La palabra escrita produce distanciamiento crítico con respecto al mundo, multiplica distintas miradas sobre lo real, permite salir de un yo enclaustrado y abre la conciencia, la libera, la ensancha. Quien no lee permanece atrapado en sí mismo, en una subjetividad paupérrima y cada vez más restringida. En cambio, quien lee aprende un secreto muy antiguo: cómo convertirse en otros, cómo ser otros, cómo pensar cómo otros, cómo vivir como otros. Un lector es un brujo, alguien que conoce el poder de multiplicarse en otras existencias que siempre lo enriquecen”.

“Y hay que tener cuidado, porque la lectura también puede ser alineación, no una práctica emancipadora, sino una manera de embrutecer a los demás, de entretenerlos sin brindarles miradas críticas sobre el entorno. Ese es uno de los propósitos clave de esta organización juvenil: promover la lectura de textos que sean una aventura para el pensamiento, que generen en el lector mecanismos críticos que lo ayuden, con el tiempo, a cambiarse a sí mismo y a modificar la realidad que lo rodea”.

“Son en su mayoría jóvenes que asumen con seriedad la lectura y la escritura, que se buscan a sí mismos, que entienden la palabra como un instrumento de rebeldía, que se niegan a creer que la vida es sólo alcohol, guerra, drogas y parranda. Es una labor difícil en medio de una sociedad que mueve capitales enteros para promover la trivialidad, la tontería y la ignorancia”.

“En una cultura como la nuestra, que ya bordea lo que se llama analfabetismo funcional (gente que sabe leer y escribir en teoría, pero que jamás pasa por una librería ni por una biblioteca para conseguir un libro y leerlo), jóvenes como los de Biblioghetto son imprescindibles para una ciudad como Cali, con índices de violencia y olvido social altísimos”.